enojo400

ENOJO Buen chico vs Mal chico

Cualquiera puede enojarse… es algo muy sencillo, 

Pero enojarse con la persona adecuada, 

En el grado exacto, en el momento oportuno, 

Con el propósito justo y del modo correcto, 

No resulta tan sencillo. 

Sócrates 

Nos toca hablar del manejo adecuado del enojo. Para ello, tenemos que dar un marco general introductorio de lo que son las emociones. El cerebro usa las emociones para darle “color” a las experiencias que vivimos y hacerlas memorables. Recordamos principalmente aquellas vivencias que evocan alguna emoción, y tendemos a olvidar fácilmente aquellas que no nos provocan emoción alguna. La próxima vez que no puedas recordar a alguien por más que te esfuerces significa que no te provocó emoción alguna, ni positiva, ni negativa.

Surge entonces la pregunta ¿por qué necesitamos recordar una experiencia y usamos las emociones para ello? La respuesta está en la forma como funciona nuestro cerebro. El cerebro, como buen organismo cuya función principal es la conservación, necesita recordar cuando ante una situación nos es conveniente acercarnos, relajarnos, confiar e incluso arriesgarnos, y también cuando ante la misma, es mejor estar cautos, tomar distancia, correr o incluso pelear. La forma como honramos lo que aprendimos y sabemos qué hacer con base en nuestras experiencias pasadas, es a través de evocar nuestras emociones.

El mecanismo ocurre en nuestro cerebro, quien, al estar frente a algún estímulo, lo compara con lo que tiene archivado en las celdas de memoria. Si asociado al estímulo del exterior hay en la memoria una emoción placentera, como el amor, la alegría o la tranquilidad, éstas se evocan inmediatamente, indicándonos que es seguro acercarnos, abrirnos a la experiencia e incluso buscar más de la misma.  Nuestra experiencia nos dice que vamos a crecer, a expandirnos, a sentirnos amados, especiales, seguros, etc. Por el contrario, si asociado al estímulo hay en la memoria una emoción displacentera o de alerta, como la tristeza, el miedo o el enojo, éstas también se evocan inmediatamente, indicándonos que necesitamos poner un límite, defendernos, tomar distancia, atacar o huir.

El proceso es sumamente rápido y la mayoría de las veces lo vivimos de forma inconsciente. El cerebro, en cuanto evoca una emoción, vierte en el torrente sanguíneo sustancias llamadas neuropéptidos. Todas las células del cuerpo tienen receptores para estos neuroquímicos y, una vez desencadenada la reacción, sentiremos de nuevo, con fuerza, la emoción asociada a la experiencia pasada, lo cual nos movilizará en la dirección que aprendimos tiempo atrás, que es la adecuada a seguir.

Cada emoción tiene una función. El enojo en particular es una emoción que sirve para hacer una defensa frontal: nos permite poner un alto, establecer un límite.

El enojo nos permite expresar fuerza, poder y nos hace ser creíbles como autoridad. Es una emoción que responde mucho al antiguo instinto de huir o atacar, es muy adrenalínico. Pero ¿cuánto enojo se necesita o es necesario desplegar? esto depende de cada situación, ya que el enojo -al igual que las demás emociones- tiene toda una gama; desde manifestar una ligera molestia, hasta desplegar toda nuestra ira.

Llamaremos Asertividad (del inglés assert que significa dar en el blanco) a la capacidad de saber desplegar la cantidad de enojo necesaria y, acorde a cada situación. Es una habilidad súper importante para poder tener relaciones interpersonales funcionales y sanas.

El reto radica entonces en evaluar la situación en cuestión y poder elegir cuánto enojo es necesario desplegar. Si una situación no requiere de tanto enojo y yo desplegó toda mi ira, voy a tener un resultado muy agresivo en la otra persona, voy a lastimar, voy a romper la relación (no era necesaria tanta rudeza). Pero al revés, si pongo poco enojo en una situación que requiere de más enojo, voy a ser completamente pasivo. Mi enojo no me va a defender, no voy a ser creíble y van a pasar por encima de mí (como cuando Simba en la película El Rey León de los estudios Walt Disney, intenta defender a Nala del ataque de las hienas con un rugido agudo, el cual solo les da risa a sus depredadores).

Es necesario aprender a calibrar nuestro enojo y, para ello, necesitamos conocerlo, entender cómo lo desplegamos y hacernos amigos de él. Solamente así, aprenderemos a manifestar la cantidad de enojo que necesitamos en una situación en particular. Vayamos entonces a conocer y aprender a dirigir a nuestro “Hulk” interior.

Cada uno de nosotros tiene una relación única y peculiar con su enojo. Esta relación la aprendemos con base en nuestra historia ¿Era el enojo algo permitido o prohibido en el ambiente familiar? ¿Todos tenían derecho a manifestar enojo o solo algunos? ¿Hubo un manejo adecuado del enojo o solo había sus extremos (violencia y pasividad)? ¿Cómo conocimos lo que era enojarse y qué aprendimos de ello?

En sesiones de Coaching, cuando trabajo con alguien que busca desarrollar su asertividad; es decir, su capacidad para contactar y expresar de formas sanas una mayor gama de matices del enojo acorde con el contexto en el que interactúa, siempre le hago este tipo de preguntas. Suena a un trabajo engorroso y en realidad al principio sí lo es, pero para que tu historia no sea quien te determine es necesario que la conozcas. Un ejercicio interesante para este punto es que escribas la historia de “Tu Enojo” como si se tratase de un personaje ¿Cómo entraste en contacto con “Tu Enojo”? ¿Cómo lo has manifestado en las diferentes etapas de tu vida? ¿Dónde se encuentra hoy? ¿Cómo es tu relación con él?

Aparte de analizar tu historia es importante que aprendas a reconocer los síntomas que te indican que te estás enojando. Nuestra meta es cachar al enojo cuando es apenas una molestia, es decir cuando está en gestación. Entre más rápido caches la presencia del enojo, tendrás una mayor ventana de tiempo para evaluar y decidir qué quieres hacer con él.

¿Cuáles son los primeros síntomas?

Tensas la quijada.
Se te enrojece el cuello.
Sientes que te hierve algo en la boca del estómago.
Aprietas los puños.
Levantas la ceja.
¿Qué pensamientos comienzan a pasar por tu mente?

Insultas en tu interior a la persona o la minimizas.
Creas todo tipo de juicios e imaginas cómo castigarás al culpable.
Evocas recuerdos a situaciones similares.
Visualizas cómo humillas y derrotas al otro.
El mapear nuestra propia ruta de manifestación de enojo es muy revelador. Hay quien come enojo y cuando está enojado no dice nada, literal se lo traga. Hay quien al querer expresar enojo expresa tristeza y llora, lo cual no le ayuda para nada a poner límites o defenderse. Hay quien quiere poner un límite y se te va a la yugular, no quería lastimarte, pero te hizo pedazos y ahora no sabe cómo reparar el daño. Esta lista la podemos continuar hasta el infinito.

La única forma de hacer algo diferente a lo aprendido, es meter freno a lo que nos sale de forma automática y, con mucha fuerza de voluntad, en vez de reaccionar, responder. Dice Bob Proctor, un reconocido escritor y ponente del movimiento del potencial humano:

“Cuando reaccionas abandonas tu poder.

Cuando respondes te mantienes en control de ti mismo”

La gran pregunta es ¿Vas a seguir reaccionando y expresando de forma inconsciente tu enojo, acorde a lo que aprendiste en tu historia? o ¿Vas a hacer un esfuerzo por responder y expresarlo de forma consciente?

En caso de que elijas trabajar en él, recuerda que vas a ir por una curva de aprendizaje y que, en definitiva, no te va a salir bien a la primera. Yo, en lo personal, recomiendo muchas veces a la gente interesada en trabajar con su enojo, que se ponga literalmente un letrero diciendo “asertivo en entrenamiento”, previniendo así a los demás sobre posibles respuestas emocionales de enojo que no correspondan al estímulo.

Ensaya con una gama de situaciones haciendo simulacros frente a un espejo o haz simulaciones o role-plays con alguien que te ayude actuando como tu contraparte (actuando como si fuese la persona con la que estás enojado). Esto puede llegar a ser divertido y sobre todo liberador.

En el caso de que seas de las personas que son “de mecha corta”, y el enojo para ti digamos que fluye abundantemente y en muy poco tiempo (eso por decir lo menos), será necesario que antes de expresárselo a alguien te atemperes. Es decir, que busques un lugar “seguro” para hacer catarsis donde deposites el exceso de enojo, literal, donde lo vomites, sin lastimarte o lastimar a alguien más.

Pégale a una almohada o cojín, estrangula una toalla, escribe una carta de desahogo, léela y luego destrúyela, grita en el coche con los vidrios cerrados cuanto improperio quieras o salte a correr hasta quedar exhausto. Lo importante es drenar el exceso de enojo para poder expresar sólo lo que necesitas en cada situación.

Lo importante al final es que nosotros dirijamos a nuestro enojo y no que éste nos secuestre y nos lleve a consecuencias terribles, o que no lo podamos convocar y quedemos indefensos y vulnerables ante los demás.

Aún hay mucho más que explorar en el fondo del estanque, cómplice de camino. Hasta la próxima.

Héctor Cerbón

Si quieres aprender más sobre como manejar tus emociones da click en:

Para ver más videos como éste, entra a nuestra sección de videos en el siguiente enlace:

adicciones400

ADICCIONES Enfrentando el Vacío

Es a través de descender en los abismos
que recuperamos nuestros tesoros.
Joseph Campbell

Caroline Myss, autora del bestseller “Anatomía del Espíritu”, sostiene que una adicción se da en un individuo como resultado de un desbalance entre dos fuerzas tirantes:

  • una proveniente de nuestro anhelo de ser amados y sentirnos plenos emocionalmente (la cual ella representa de forma simbólica como el lenguaje del corazón) y cuyo origen está en el “self” verdadero, y la otra,
  • proveniente de lo que hemos aprendido e introyectado que es nuestro deber ser (lo cual ella representa de forma simbólica como el lenguaje de la mente) y cuyo origen es la falsa personalidad

Ella propone que cuando el corazón (a quien asocia con mamá) y la mente (a quien asocia con papá) no se ponen de acuerdo sobre qué dirección tomar, y la mente en su anhelo de controlar continuamente y mantener el “status quo” ignora o sofoca la voz del corazón, se genera un gran vacío ontológico que sufrimos cada uno de nosotros (a quien asocia como los “hijos” de estas dos fuerzas).

Como “hijos”, cuando sentimos que no nos será posible llenar el anhelo de plenitud del ser con el amor incondicional de mamá y papá, buscaremos llenarlo de otra forma, y esta otra forma, la mayoría de las veces, es a través de una adicción.

¿Por qué surge un patrón adictivo?

Lo mejor es ir a través de un ejemplo. Digamos que tenemos una enorme necesidad de contacto auténtico y amoroso con los demás, pero en nuestro entorno las personas con quienes crecemos fueron secas, distantes, racionales y poco demostrativas de afecto. Como no podemos quedarnos sin satisfacer nuestra necesidad de contacto buscaremos sustitutos.

Pongamos, por ejemplo, que entre los múltiples posibles sustitos que vamos probando, resulta ser que, al comer, si bien no sentimos que cubre al 100% nuestra necesidad de contacto, si la adormece y tranquiliza. Así que cada vez que sentimos “ese vacío” la solución que ocupamos es comer.

Dado que no estamos cubriendo realmente el satisfactor que andamos buscando, entonces la necesidad no queda completamente satisfecha y una vez que la tranquilidad y el adormecimiento pasan… pues el vacío demanda que le demos “más” comida.

Nos llevamos al punto de estar atrapados y sin salida, sin poder parar, porque en el fondo y de forma inconsciente estamos convencidos de que no contamos con otras alternativas para tener los satisfactores que anhelamos, y siendo así, estamos dispuestos a pagar altísimos precios por estos “sustitutos” lo cual nos llevan a vivir bajo patrones adictivos.

Quiero aclarar que TODOS y enfatizo, categóricamente TODOS, tenemos adicciones en diferentes niveles. Por lo general no nos vamos a preocupar y mucho menos a ocupar de las mismas, a menos que estemos comenzando a pagar un precio sumamente alto por mantenerlas. El intentar precisar cuándo llegamos a este punto es imposible, ya que es algo completamente subjetivo y personal.

No importa a qué seamos adictos: a las relaciones tormentosas, al fracaso económico, a ciertas emociones, a repetir experiencias del pasado, al juego, al sexo, a la comida, al internet, al trabajo, a la insatisfacción crónica, etc. Toda adicción responde a la necesidad de llenar un vacío.

Por más disparado que se escuche, la realidad es que en el fondo amamos y necesitamos nuestras adicciones ¿por qué? Porque son la única forma conocida que tenemos hoy de intentar satisfacer algunas necesidades, y al menos así mitigamos su angustiosa presencia en nuestras vidas. Esto es como estar convencidos de que la única opción disponible para tratar nuestra enfermedad es tomar un medicamento que lastima e intoxica de forma lamentable al resto de nuestro cuerpo. Visto desde esta forma parece un lugar sin salida.

Mi definición personal de adicción es toda rutina o hábito que tiene más poder sobre de mí que mi propia voluntad. En cuanto yo ya no tengo capacidad de decidir si quiero o no quiero hacer algo, eso indica que le he cedido mi poder a algo o a alguien por alguna razón que desconozco. El reto consiste, en volver a empoderarnos y tomar el mando de nuestras vidas para nuestro bienestar e incluso para el bienestar de la gente que nos rodea. Pues lo queramos admitir o no, nuestras adicciones también tienen impactos negativos en nuestras relaciones interpersonales, sobre todo en las más cercanas y significativas.

¿Existe alguna cura? La respuesta es SÍ... el camino para liberarnos de una adicción es el “Desapego”. Si elegimos desapegarnos de nuestra adicción necesitamos tomar la decisión de no regresar por el satisfactor tóxico con el que llenamos el vacío, no importa cuánto lo deseemos, a la par que nos retamos a aprender a proporcionarnos creativa y constructivamente aquellos satisfactores que sentimos se nos han negado en la vida.

Si chambear en esto te llama la atención es importante que sepas que es un trabajo personal donde vas a requerir entre otras cosas de:

  1. Tener conocimiento de qué es aquello que no has podido tener hasta al día de hoy, de esa necesidad insatisfecha que, desde el inconsciente, clama por un satisfactor y es la causa raíz de tu adicción: tener una pareja estable, sentirte seguro, lograr que se comprometan contigo, ser disciplinado, vivir de forma saludable, tener abundancia, satisfacción sexual, reconocimiento, ser tú mismo, vivir en libertad, etc. Encontrar la necesidad insatisfecha debajo de una adicción no es fácil y muchas veces puede requerir de ayuda del exterior como, por ejemplo, la de un terapeuta o un coach.
  2. Identificar las experiencias que continuamente se te presentan alrededor de estos temas. Estas son las pruebas que continuamente vamos jalando para enfrentar nuestros patrones adictivos (da la sensación de que la vida se ensaña en repetirnos estas condiciones una y otra vez). El problema no radica en cómo jalamos a nuestras vidas estas pruebas/condiciones sino cómo terminamos siempre repitiendo la misma historia: teniendo por novio/a quien depende fuertemente de su familia y por ende está incapacitado para comprometerse contigo; buscando reconocimiento en personas críticas; queriendo ser libre en relaciones con personas sumamente controladoras; tomando esa copita (sí la del estribo); trabajando de nuevo en fin de semana, solo éste, y eso porque surgió un bomberazo, etc.
  3. Tener la fuerza de voluntad para no darte permiso de repetir el comportamiento adictivo pasando por un difícil período de desintoxicación. Justamente aquí es cuando con más facilidad regresamos a comportarnos como siempre lo hemos hecho. Ya que será necesario, por ejemplo, aprender a decir que no, hacerte cargo de ti mismo en vez de que te hagas cargo del otro, poner límites, aceptar el rechazo, saber manejar la ansiedad, etc.
  4. Trabajar seriamente en sanar las heridas emocionales alrededor de estos aprendizajes para bajarle el volumen a tu “huella de abandono”. Esto igual te recomiendo hacerlo con un terapeuta.
  5. Desarrollar tu creatividad para proporcionarte el satisfactor que obtenías mediante la adicción de una forma más sana y sin pagar precios tan altos. Como, por ejemplo: cuando necesites reconocimiento en vez de intentar llamar la atención de personas críticas e insensibles mejor participa en alguna actividad grupal donde seguro tendrás un papel importante o, en vez de comer sin parar cuando quieras cariño regálate un baño largo con aromaterapia o, en vez de buscar el compromiso de quien nunca está, comprométete contigo en algo donde elijas no fallarte, etc. Las posibilidades son infinitas y cada uno tiene la labor de descubrir lo que le funciona.

Sé que suena a mucha chamba, pero bien vale la pena llevarla a cabo. Es tal la fuerza de los apegos a nuestras adicciones que en épocas remotas se representaban a las adicciones como “nuestra necesidad de adorar a falsos dioses”.

Analicemos simbólica y metafóricamente la carta del tarot del diablo y con ello entenderemos muy bien lo que estamos queriendo decir:

El diablo descansa sobre la mitad de un cubo. El cubo representa a lo material, a la tierra, por lo tanto, el diablo descansa en la mitad del cubo, representando que su sostén es una realidad incompleta. Tiene alas de murciélago lo cual indica que habita en la oscuridad, esto es, habita en nuestro inconsciente donde no lo podemos ver con facilidad.

El hombre y la mujer de la imagen están encadenados a él, pero en realidad sus cadenas están lo suficientemente sueltas para que en cualquier momento se liberen de ellas; sin embargo, están tan fascinados bajo la seducción de su adicción que no se sueltan de este falso dios. Nuestras adicciones son así, la realidad es que siempre hemos estado libres de salirnos de ellas, pero creemos que estamos encadenados para siempre a las mismas.

Cuando logras traer a tu escenario de consciencia tus adicciones, empoderas a tu voluntad para desapegarte y desintoxicarte y utilizas tu creatividad para satisfacer lo que estaba insatisfecho de formas constructivas, experimentarás una liberación tremenda de energía. Un poder enorme.

La luz del arquetipo del adicto es su capacidad de mover toda su fuerza de voluntad para empoderarse por encima de sus adicciones y liberarse a sí mismo de sus creencias y hábitos más destructivos.

Todos tenemos cierto grado de adicción, ¿Podemos y queremos reconocer esto y emprender el trabajo para alcanzar la libertad que el desapego nos brinda?

Ánimo cómplice de camino que aún falta mucho que recorrer en las profundidades del estanque.