Es a través de descender en los abismos
que recuperamos nuestros tesoros.
Joseph Campbell
Caroline Myss, autora del bestseller “Anatomía del Espíritu”, sostiene que una adicción se da en un individuo como resultado de un desbalance entre dos fuerzas tirantes:
- una proveniente de nuestro anhelo de ser amados y sentirnos plenos emocionalmente (la cual ella representa de forma simbólica como el lenguaje del corazón) y cuyo origen está en el “self” verdadero, y la otra,
- proveniente de lo que hemos aprendido e introyectado que es nuestro deber ser (lo cual ella representa de forma simbólica como el lenguaje de la mente) y cuyo origen es la falsa personalidad
Ella propone que cuando el corazón (a quien asocia con mamá) y la mente (a quien asocia con papá) no se ponen de acuerdo sobre qué dirección tomar, y la mente en su anhelo de controlar continuamente y mantener el “status quo” ignora o sofoca la voz del corazón, se genera un gran vacío ontológico que sufrimos cada uno de nosotros (a quien asocia como los “hijos” de estas dos fuerzas).
Como “hijos”, cuando sentimos que no nos será posible llenar el anhelo de plenitud del ser con el amor incondicional de mamá y papá, buscaremos llenarlo de otra forma, y esta otra forma, la mayoría de las veces, es a través de una adicción.
¿Por qué surge un patrón adictivo?
Lo mejor es ir a través de un ejemplo. Digamos que tenemos una enorme necesidad de contacto auténtico y amoroso con los demás, pero en nuestro entorno las personas con quienes crecemos fueron secas, distantes, racionales y poco demostrativas de afecto. Como no podemos quedarnos sin satisfacer nuestra necesidad de contacto buscaremos sustitutos.
Pongamos, por ejemplo, que entre los múltiples posibles sustitos que vamos probando, resulta ser que, al comer, si bien no sentimos que cubre al 100% nuestra necesidad de contacto, si la adormece y tranquiliza. Así que cada vez que sentimos “ese vacío” la solución que ocupamos es comer.
Dado que no estamos cubriendo realmente el satisfactor que andamos buscando, entonces la necesidad no queda completamente satisfecha y una vez que la tranquilidad y el adormecimiento pasan… pues el vacío demanda que le demos “más” comida.
Nos llevamos al punto de estar atrapados y sin salida, sin poder parar, porque en el fondo y de forma inconsciente estamos convencidos de que no contamos con otras alternativas para tener los satisfactores que anhelamos, y siendo así, estamos dispuestos a pagar altísimos precios por estos “sustitutos” lo cual nos llevan a vivir bajo patrones adictivos.
Quiero aclarar que TODOS y enfatizo, categóricamente TODOS, tenemos adicciones en diferentes niveles. Por lo general no nos vamos a preocupar y mucho menos a ocupar de las mismas, a menos que estemos comenzando a pagar un precio sumamente alto por mantenerlas. El intentar precisar cuándo llegamos a este punto es imposible, ya que es algo completamente subjetivo y personal.
No importa a qué seamos adictos: a las relaciones tormentosas, al fracaso económico, a ciertas emociones, a repetir experiencias del pasado, al juego, al sexo, a la comida, al internet, al trabajo, a la insatisfacción crónica, etc. Toda adicción responde a la necesidad de llenar un vacío.
Por más disparado que se escuche, la realidad es que en el fondo amamos y necesitamos nuestras adicciones ¿por qué? Porque son la única forma conocida que tenemos hoy de intentar satisfacer algunas necesidades, y al menos así mitigamos su angustiosa presencia en nuestras vidas. Esto es como estar convencidos de que la única opción disponible para tratar nuestra enfermedad es tomar un medicamento que lastima e intoxica de forma lamentable al resto de nuestro cuerpo. Visto desde esta forma parece un lugar sin salida.
Mi definición personal de adicción es toda rutina o hábito que tiene más poder sobre de mí que mi propia voluntad. En cuanto yo ya no tengo capacidad de decidir si quiero o no quiero hacer algo, eso indica que le he cedido mi poder a algo o a alguien por alguna razón que desconozco. El reto consiste, en volver a empoderarnos y tomar el mando de nuestras vidas para nuestro bienestar e incluso para el bienestar de la gente que nos rodea. Pues lo queramos admitir o no, nuestras adicciones también tienen impactos negativos en nuestras relaciones interpersonales, sobre todo en las más cercanas y significativas.
¿Existe alguna cura? La respuesta es SÍ... el camino para liberarnos de una adicción es el “Desapego”. Si elegimos desapegarnos de nuestra adicción necesitamos tomar la decisión de no regresar por el satisfactor tóxico con el que llenamos el vacío, no importa cuánto lo deseemos, a la par que nos retamos a aprender a proporcionarnos creativa y constructivamente aquellos satisfactores que sentimos se nos han negado en la vida.
Si chambear en esto te llama la atención es importante que sepas que es un trabajo personal donde vas a requerir entre otras cosas de:
- Tener conocimiento de qué es aquello que no has podido tener hasta al día de hoy, de esa necesidad insatisfecha que, desde el inconsciente, clama por un satisfactor y es la causa raíz de tu adicción: tener una pareja estable, sentirte seguro, lograr que se comprometan contigo, ser disciplinado, vivir de forma saludable, tener abundancia, satisfacción sexual, reconocimiento, ser tú mismo, vivir en libertad, etc. Encontrar la necesidad insatisfecha debajo de una adicción no es fácil y muchas veces puede requerir de ayuda del exterior como, por ejemplo, la de un terapeuta o un coach.
- Identificar las experiencias que continuamente se te presentan alrededor de estos temas. Estas son las pruebas que continuamente vamos jalando para enfrentar nuestros patrones adictivos (da la sensación de que la vida se ensaña en repetirnos estas condiciones una y otra vez). El problema no radica en cómo jalamos a nuestras vidas estas pruebas/condiciones sino cómo terminamos siempre repitiendo la misma historia: teniendo por novio/a quien depende fuertemente de su familia y por ende está incapacitado para comprometerse contigo; buscando reconocimiento en personas críticas; queriendo ser libre en relaciones con personas sumamente controladoras; tomando esa copita (sí la del estribo); trabajando de nuevo en fin de semana, solo éste, y eso porque surgió un bomberazo, etc.
- Tener la fuerza de voluntad para no darte permiso de repetir el comportamiento adictivo pasando por un difícil período de desintoxicación. Justamente aquí es cuando con más facilidad regresamos a comportarnos como siempre lo hemos hecho. Ya que será necesario, por ejemplo, aprender a decir que no, hacerte cargo de ti mismo en vez de que te hagas cargo del otro, poner límites, aceptar el rechazo, saber manejar la ansiedad, etc.
- Trabajar seriamente en sanar las heridas emocionales alrededor de estos aprendizajes para bajarle el volumen a tu “huella de abandono”. Esto igual te recomiendo hacerlo con un terapeuta.
- Desarrollar tu creatividad para proporcionarte el satisfactor que obtenías mediante la adicción de una forma más sana y sin pagar precios tan altos. Como, por ejemplo: cuando necesites reconocimiento en vez de intentar llamar la atención de personas críticas e insensibles mejor participa en alguna actividad grupal donde seguro tendrás un papel importante o, en vez de comer sin parar cuando quieras cariño regálate un baño largo con aromaterapia o, en vez de buscar el compromiso de quien nunca está, comprométete contigo en algo donde elijas no fallarte, etc. Las posibilidades son infinitas y cada uno tiene la labor de descubrir lo que le funciona.
Sé que suena a mucha chamba, pero bien vale la pena llevarla a cabo. Es tal la fuerza de los apegos a nuestras adicciones que en épocas remotas se representaban a las adicciones como “nuestra necesidad de adorar a falsos dioses”.
Analicemos simbólica y metafóricamente la carta del tarot del diablo y con ello entenderemos muy bien lo que estamos queriendo decir:
El diablo descansa sobre la mitad de un cubo. El cubo representa a lo material, a la tierra, por lo tanto, el diablo descansa en la mitad del cubo, representando que su sostén es una realidad incompleta. Tiene alas de murciélago lo cual indica que habita en la oscuridad, esto es, habita en nuestro inconsciente donde no lo podemos ver con facilidad.
El hombre y la mujer de la imagen están encadenados a él, pero en realidad sus cadenas están lo suficientemente sueltas para que en cualquier momento se liberen de ellas; sin embargo, están tan fascinados bajo la seducción de su adicción que no se sueltan de este falso dios. Nuestras adicciones son así, la realidad es que siempre hemos estado libres de salirnos de ellas, pero creemos que estamos encadenados para siempre a las mismas.
Cuando logras traer a tu escenario de consciencia tus adicciones, empoderas a tu voluntad para desapegarte y desintoxicarte y utilizas tu creatividad para satisfacer lo que estaba insatisfecho de formas constructivas, experimentarás una liberación tremenda de energía. Un poder enorme.
La luz del arquetipo del adicto es su capacidad de mover toda su fuerza de voluntad para empoderarse por encima de sus adicciones y liberarse a sí mismo de sus creencias y hábitos más destructivos.
Todos tenemos cierto grado de adicción, ¿Podemos y queremos reconocer esto y emprender el trabajo para alcanzar la libertad que el desapego nos brinda?
Ánimo cómplice de camino que aún falta mucho que recorrer en las profundidades del estanque.