Si preguntan por mí… diles que salí a cobrar la vieja deuda
que no pude esperar que a la vida… se le diera la gana de llegar a mi puerta.
Diles que salí definitivamente a dar la cara sin pinturas y sin trajes el cuerpo.
Si preguntan por mí…diles que apagué el fuego, dejé la olla limpia y desnuda la cama,
Diles que me cansé de esperar la esperanza y fui a buscarla.
Beatriz Zuluaga
Cómplice de camino, ¿en cuántas relaciones llegamos a un punto donde sentimos que ya no hay nada que podamos hacer? Y, desde este lugar, sin opciones, solo queda “apechugar” y pagar el precio. Si bien toda relación tiene sus costos y sus beneficios, y como decía mi Tío Manuel -que en paz descanse- hay que sacar cuentas “cuatito”, ¿qué pasa cuando estamos continuamente en números rojos y las pérdidas se siguen acumulando?.
No sé a ustedes, pero cuando yo recapitulo en las múltiples ocasiones que a lo largo de mi vida me he sentido a merced de otra persona, y donde he llegado a la conclusión de que me tengo que aguantar porque no me queda de otra, es porque me relaciono desde una mentalidad de carencia. Es decir, estoy convencido de que no existe nada más que lo que tengo en frente, y que en caso de que hubiese otra opción, está fuera de mi liga el aspirar a tenerle. En mi experiencia, este es uno de los puntos centrales que nos conduce a asumir un rol de Víctima en las relaciones.
Siempre que sintamos que nuestra contraparte, no importa si es un amigo, compañero de trabajo, socio, amante, pareja, esposo, familiar o proveedor, tiene el derecho de imponernos sus condiciones para darnos algo que estamos convencidos de que solo él/ella nos lo puede dar, tenemos las condiciones perfectas para asumir el rol de Víctimas.
La palabra clave en estas relaciones es dependencia. Entre más dependemos de alguien, sobre todo en cuestiones que consideramos básicas e indispensables, ya sea para nuestra vida diaria, nuestra carrera, nuestro negocio, etc., más probabilidad existe de que admitamos jugar un rol de sometimiento en la relación un rol. Por ello, la salida de estas situaciones es la autonomía, la capacidad de auto proveernos de aquello que, hasta el día de hoy, solo creemos posible obtener a través del otro.
Pasar de Víctima a Victorioso requiere de empoderarnos; de retomar nuestro poder donde inconscientemente se lo hemos cedido a alguien más.
Hace poco me caché sintiéndome víctima de quienes me proveían de servicios tecnológicos en el espacio virtual del internet. Siendo un cincuentón de la generación X, no solo no entendía mucho del lenguaje de redes sociales y sobre el manejo de sitios web, sino que incluso me sentía constantemente rebasado por tanta información, e incompetente en el manejo de muchas de las herramientas que mis proveedores usaban para darme los servicios que les solicitaba.
Constantemente sentía que el servicio que recibía no me estaba dando lo que yo esperaba, pero me sentía completamente incompetente para dar una retroalimentación efectiva por la falta de certeza y respaldo a mis percepciones. Tampoco podía asegurar si estaba invirtiendo bien mi dinero, y, aun así, sentía que no tenía opción y que había que apechugar. Conforme el tiempo pasaba me sentía más enojado y atrapado.
Estoy seguro de que muchos de ustedes ya han identificado una cuantiosa cantidad de opciones que podría haber explorado para salirme de este rol de víctima-victimario con mis proveedores, pero yo en su momento no veía ninguna. Es solo cuando me hice algunas preguntas clave y las contesté que reaccioné y me puse en movimiento; preguntas como:
¿Qué estoy haciendo o dejando de hacer, que perpetúa esta situación en la que estoy? ¿De qué soy responsable dentro de la misma?
- Me estaba negando la oportunidad de aprender algo nuevo, y desde mi ignorancia, poniendo en una condición de desventaja con mis proveedores.
- Elevé a mis proveedores a la condición de “tablas salvavidas” en medio del mar y, por ende, estaba negándome la oportunidad de evaluar otras opciones.
¿Qué sí está en mis manos hacer para generarme opciones y moverme hacia la autonomía? Entre lo que analicé que podría comenzar a hacer, y, de hecho, lo hice, y me está resultando muy bien fue:
- Tomar un curso de “Manejo de Comunidades y Sitios Web” que, si bien no me hizo experto, sí me permitió conocer los procesos que mis proveedores deben de realizar, y gracias a ello, desarrollé la capacidad para cuestionarlos y pedirles cuentas sobre su trabajo.
- Comencé a pedir recomendaciones sobre posibles proveedores alternos y a entrevistarlos para conocer su trabajo y su atención al cliente. Abriendo períodos de prueba con los que me gustaban más.
¿Qué situaciones similares a éstas he vivido antes y cómo he salido de las mismas? ¿Qué han hecho otras personas en situaciones así, que pueda yo copiarles?
- En una relación que tuve, dentro de un contexto donde yo no conocía a nadie, llegó el momento que dependía completamente de mi pareja para socializar. Esto era muchas veces frustrante, pues no siempre quería hacer contacto con “su” gente y las opciones donde hacerlo eran siempre reducidas. Busqué fomentar mis propios círculos sociales, me hice de nuevos amigos y diversifiqué mis opciones. Si aplico esto a la situación con mis proveedores, es momento de conocer a muchas más personas que están hoy en los medios virtuales para ampliar exponencialmente la oferta de posibles proveedores de este tipo de servicios; así podré darme el lujo de escoger al que mejor cuadre con mis valores y presupuesto.
¿Qué otro acomodo en la relación que tengo me gustaría experimentar? ¿Qué es lo peor que puede pasarme si lo intento?
- Estoy dándome permiso de hacer toda clase de pruebas/experimentos en los diferentes procesos que hoy están a cargo de estos proveedores, pero sin soltarlos. Así, voy aprendiendo con bajo riesgo sobre cómo es que se hacen las cosas para que, en su momento, incluso las puedo hacer yo solo y tal vez mejor que ellos, a un costo más bajo.
Rara vez la vida escasea tanto de opciones como creemos. Somos nosotros que, muertos de miedo, nos cerramos inconscientemente las puertas al cambio que nos puede llevar a estar en un mejor lugar vs en el que estamos hoy. Salir de lo conocido da miedo, pero quedarse cuando no funciona, es realmente desgastante y poco efectivo.
Esta metodología, por la cual fuimos juntos en este artículo, es parte de mi libro ISEO “Inteligencia Simbólica y Efectividad Organizacional” (disponible en formato electrónico en iTunes y Amazon). En su capítulo 3 y 4 verás ejemplos sobre como: Ir de la Víctima al Victorioso y del Saboteador al Facilitador.
Vayamos juntos haciéndonos más autónomos, para hacernos interdependientes, conscientemente.
Un abrazo, como siempre, desde el fondo del estanque de Narciso.
Héctor Cerbón