Renovar para Renacer 400

Renovar para Renacer

“Si la quieres conocer, la vida es el principio de auto-renovación.

Está constantemente renovándose y rehaciéndose,

cambiándose y transfigurándose a sí misma.”

Boris Pasternak

¿Renovarse o Morir?

La naturaleza vive procesos constantes de renovación, donde aquello que es necesario soltar se elimina, dando espacio para lo nuevo. Nuestro cuerpo está continuamente renovando sus células. Todas sus células mueren y son reemplazadas por nuevas células a una velocidad que depende mucho del nivel de especialización del órgano o tejido en cuestión. Las células de la piel, por ejemplo, se renuevan en cuestión de días, mientras que las del hígado toman mucho más tiempo en hacerlo.

En algunas zonas de la biósfera hay procesos naturales de renovación donde incluso los incendios -no los causados por descuidos del ser humano sino los que surgen como parte de un ciclo vital- son un componente natural esencial y básico para mantener la biodiversidad del planeta.  El caso más extremo lo encontramos en la sabana africana, específicamente en el Serengeti, que es el espacio más incendiado del planeta y uno de los lugares que cuenta con mayor biodiversidad. Está zona está literalmente forjada por las llamas, puesto que se quema casi por completo cada año, eliminando así hierbas secas, raíces viejas y otros componentes que se transforman en cenizas llenas de nutrientes que al llegar las lluvias hacen reverdecer el espacio con una extraordinaria fuerza y vitalidad dándole continuidad al ecosistema. Cuando es usado de forma adecuada, el fuego y la purificación que éste conlleva, pueden ser altamente benéficos e incluso necesarios para los ecosistemas.

“En algunas partes del mundo, la sociedad ya tiene asumido que el fuego forma parte del paisaje y trabajan para ver cuál es la mejor manera de gestionarlo y así favorecer los ecosistemas. Estudian cuánto hay que quemar, dónde y cada cuándo”, afirma Andrea Duane (Investigadora del Centro de Reserva Ecológica y Aplicaciones Forestales de Cataluña, España)[1].

 Sí, la naturaleza tiene procesos de renovación constante, y cuando son bien gestionados son benéficos y necesarios. ¿Qué hay de estos procesos en la vida de los seres humanos?

Rituales y Símbolos de Renovación y Renacimiento

Hemos perdido como cultura muchos de los rituales que antes eran parte de la cotidianeidad en nuestro andar por el mundo. Estos rituales marcaban puntos importantes de transición en la vida de una persona, como su entrada a la pubertad, casarse, ser autónomo, vislumbrar su llamado vocacional, etc. También había rituales que cumplían con funciones ligadas a la salud, a la conservación del grupo o clan, a la reverencia religiosa o a estrechar los lazos con la divinidad, a mantener el orden social o la estructura política, etc.

Más allá del mundo mágico y mítico que estos rituales representan, hoy sabemos que cumplían con funciones importantes de mantenimiento personal, familiar y social en diferentes dimensiones. A continuación menciono algunos de ellos asociados a la necesidad de renovar y renacer:

Ouróboros o uróboros:

 El símbolo de la serpiente que se devora a sí misma desde la cola data de más de 3,000 años. Su significado remite a la naturaleza cíclica de las cosas y, a la idea del eterno retorno. En este sentido, ambas interpretaciones se refieren a la concepción de la existencia como un ciclo que siempre recomienza, y cuya continuidad consiste en un constante renacer como, por ejemplo, el que se observa en el ciclo de las estaciones del año. 

De allí que el ouróboros también se asocie a la naturaleza cíclica del tiempo, donde el instante presente es eternamente devorado por el instante futuro, constituyendo una secuencia infinita de instantes que mueren y renacen a cada momento. En la alquimia, el ouróboros simboliza la naturaleza circular de la obra del alquimista que une los opuestos: lo consciente y lo inconsciente. También es un símbolo de purificación, que representa los ciclos eternos de vida y muerte.

Para poder atisbar este ciclo del eterno retorno en nuestras vidas, es necesario que tomemos distancia y nos coloquemos en lo que se llama el lugar del testigo, de esa parte de nuestra consciencia que solo observa y describe, y desde ahí veamos pasar los eventos por los que hemos transitado en un período de tiempo. En este eterno ciclo de nacer, crecer, morir, para renacer, crecer y morir, que nos representa el Ouróboros ¿dónde nos encontramos hoy?

Las fechas en las que acabamos de transitar como Navidad y Año Nuevo, señalan hacia puntos específicos de este ciclo: el nacimiento de Cristo y la promesa de que podemos volver a nacer junto con él al seguir todo el camino que es señalado en lo que se denomina la Época de Adviento, y el año nuevo, con sus rituales  como: ponernos calzones rojos para atraer fortuna en el amor, pasear las maletas para viajar, barrer las tristezas y sacar las lágrimas (simbólicamente lanzando una cubeta de agua fuera del hogar), culminando con sembrar nuestros deseos y esperanzas al comer las 12 uvas -intentando lo mejor que podemos de no atragantarnos- en sintonía con las campanadas que anuncian las 12:01horas del día 1° de enero. El eterno retorno de estas fechas decembrinas que viene acompañado con sus característicos olores y sabores, decoración, regalos, convivencia y momentos de reflexión.

La promesa de renovación es algo que se festeja desde tiempos remotos por las sociedades agrícolas y recolectoras, dando gracias al funcionamiento cíclico de la naturaleza. Cuando nos percibimos a nosotros mismos así, cíclicos, naciendo-muriendo-renaciendo, el apego y el miedo a la muerte se dice que se vuelve más manejable ¿qué opinan?

El Fuego:

En México, tanto los aztecas como los mayas tenían sofisticadas formas de contabilizar el paso del tiempo, y dentro de ellas tenían diferentes calendarios, y de éstos sobresalen dos: uno con 365 días y otro con 260 días que corrían en paralelo. El ciclo que transcurría para que ambos calendarios finalizaran al mismo tiempo y volvieran a comenzar, ambos en el día uno, era de 52 años. Para nuestros ancestros, este punto de convergencia en el tiempo era muy importante porque desde su cosmovisión, a los 52 años era necesario para toda la sociedad, el hacer una renovación del compromiso que tenían para con la vida misma. Ellos creían que al renovar este compromiso le daban continuidad al movimiento solar, y, por ende, al tiempo. La forma de renovar su compromiso era a través de lo que se llamó la ceremonia del fuego nuevo. El sol, al cabo de 52 años estaba en riesgo de morir, de no moverse más, y este alimento espiritual que le ofrecían, renovaba la promesa de que éste los seguiría alumbrando y proveyendo de calor.

¿Cada cuándo sería pertinente, para cada uno de nosotros, hacer una ceremonia de fuego nuevo para renovar el compromiso que tenemos para con nosotros y para con los demás, simbólicamente renaciendo a una nueva era? En nuestro acelerado mundo de ambición y prisa, donde siempre estamos compitiendo y a la carrera, ¿no sería ideal frenar cada determinado tiempo y cuestionarnos hacia qué y hacia quién estamos comprometidos?

Al fuego se le asoció con la capacidad de purificar, muy probablemente por el papel que el fuego juega en el beneficio de los metales, donde gracias a las altas temperaturas a las que el mineral es expuesto, podemos obtener de él el preciado metal libre de sus impurezas. Esto nos lleva a un sinfín de rituales que simbolizan la purificación usando fuego, como cuando tomamos un baño de Temazcal y entramos en el vientre de la madre tierra. Ahí somos expuestos a piedras, ardiendo al rojo vivo (fuego), que irradian una enorme cantidad de calor, y se cantan todo tipo de cánticos sagrados y mantras y se queman hierbas. Se suda en extremo, lo cual nos ayuda a sacar toxinas almacenadas en el cuerpo y se suele provocar también la expresión de emociones resguardadas en lo profundo del alma.

La renovación que el fuego trae es explosiva y liberadora, su centro energético en el cuerpo es el tercer chacra, también llamado Manipura que significa “joya lustrosa”. En este centro radica el derecho que tenemos a ser individuos, únicos y diferentes, es el centro donde reafirmamos nuestro derecho a ser libres. Aquí radica también nuestra capacidad de irnos a la acción, de poner límites, de empoderarnos y de crecernos por encima de las limitaciones. Recuerdo que en los talleres que trajo Martha Sánchez Navarro a la CDMX, facilitados por discípulos de la comuna de Osho en Pune allá en los años 90, era requisito el hacer una meditación todas las mañanas llamada “meditación dinámica” previo a tomar cualquier taller. Esta meditación comenzaba con lo que se llama una respiración de fuego, la cual busca hiperoxigenar con el fin de remover mucha de la coraza emocional que mantenemos como defensa. Al hacerlo, se facilita la expresión de emociones que estaban generando bloqueos energéticos en diferentes puntos del cuerpo mediante un estado de catarsis colectiva, el cual termina tomando consciencia de lo acontecido e integrando la experiencia en un estado de observación atenta y consciente, para finalizar con movimientos libres, amorosos y armoniosos. Una vez más, el papel del fuego como elemento purificador, permitiendo la renovación de la energía y la apertura hacia un estado superior de consciencia (un renacer luminoso).

Otro mito relacionado con el fuego y que nos habla de la renovación y del renacer es el del Ave Fénix. Me encontré un texto sobre el ave fénix en el siguiente enlace https://lamenteesmaravillosa.com/mito-del-ave-fenix-poder-de-la-resiliencia/ y se me hizo tan interesante que se les comparto tal como está escrito:

Carl Gustav Jung nos explicó en su libro “Símbolos de transformación” que el ser humano y el ave Fénix tienen muchas similitudes. Esa emblemática criatura de fuego capaz de elevarse majestuosamente desde las cenizas de su propia destrucción simboliza también el poder de la resiliencia, esa capacidad inigualable donde renovarnos en seres mucho más fuertes, valientes y luminosos.

Si hay un mito que ha nutrido prácticamente todas las doctrinas, culturas y raíces legendarias de nuestros países es sin duda ese que hace referencia al ave Fénix. Se decía de él que sus lágrimas eran curativas, que tenía una gran resistencia física, control sobre el fuego y una sabiduría infinita. Era, en esencia, uno de los arquetipos más poderosos para Jung, porque en su fuego se contenía tanto la creación como la destrucción, la vida y la muerte…

 

“El hombre que se levanta es aún más fuerte que el que no ha caído”

-Viktor Frankl-

La propuesta hoy:

Este 2020 fue un año donde mucho de lo que nos era conocido cambió: nuestra forma de relacionarnos y de trabajar, nuestro lenguaje no verbal, las reglas de socialización, nuestra forma de comprar, amar, ser viejos, estar en familia, etc. Siento que es tanto, que aún no alcanzamos a dimensionar el impacto a largo plazo de todo lo que de fondo se nos movió, ni a cuantificar cuánto, de ello, nos guste o no, nunca regresará a donde estaba.

La propuesta es a que juntos hagamos un ritual de renovación/renacimiento, que nos demos el espacio para entrar al fuego sagrado y permitirle a éste que limpie todo aquello que no necesitamos cargar con nosotros para el ciclo en el que ya estamos entrando.

Siguiendo la sabiduría de muchas de las tradiciones antiguas de América del Norte, es momento de recapitular, de traer a nuestro escenario de consciencia las vivencias por las que hemos pasado sin juicio, solo observando y describiendo. Es muy probable que, al hacerlo, sin prisa y con el espacio/tiempo necesario, surja a la consciencia el hilo conductor, el para qué o el sentido de la experiencia. Es probable que podamos encontrar en las cenizas que este incendio de la Pandemia provocó, pedazos de metales preciosos. Hagamos un ritual de purificación despidiendo lo que se ha ido y soltando lo que no vamos a necesitar, tal vez escribiendo esto en papeles y rompiéndolos o quemándolos, o poniendo esta intención en un baño de Temazcal, etc. Lo importante es que una vez colocada la intención del ritual soltemos la expectativa al universo para que se dé en el tiempo y forma perfectos.

Como nada es casualidad, muy cercano a este solsticio de invierno tuvimos la conjunción de Saturno y Júpiter en Acuario. Esta conjunción es llamada por los astrólogos viejo rey/nuevo rey, y representa, simbólicamente hablando, la ancestral batalla entre Titanes y Dioses, donde se peleó por desterrar al tirano Cronos y poner al nuevo rey Zeus, mucho más benevolente y justo, al mando. Esta conjunción llega justo en el momento perfecto para invitarnos a todos a hacer esa renovación en el liderazgo de nuestras propias vidas. Es momento de renovar la forma como nos dirigimos a nosotros mismos e instaurar un orden más benévolo y congruente con los anhelos que nuestra alma nos pide realizar, para continuar así el camino hacia la plenitud de ser.

¿Cómo eliges renovar/renacer tu hoy?

Abrazo y muy felices fiestas.

Héctor Cerbón


[1] Tomado de https://www.lavanguardia.com/vida/20170804/43311570894/cuando-el-fuego-regenera-la-naturaleza.html

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