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Evolución del concepto de amor y pareja (2ª Parte)

Del Renacimiento a la Época Actual

Dales a los que amas
alas para volar,
raíces para regresar y,
razones para quedarse.

Dalai Lama

Continuamos con el recorrido histórico del concepto de amor y de pareja que hace Nathaniel Branden, en su libro “La Psicología del Amor Romántico”. En esta segunda parte, iremos desde el Renacimiento y hasta la Época Actual, descubriendo revelaciones fascinantes sobre los mitos y creencias que aun hoy en día, pesan sobre estos conceptos fundamentales de amor y pareja; ambos claves para lograr una relación sana y funcional. Acompáñame.

Renacimiento:

En el Renacimiento, la Iglesia empieza a perder poder, pero se sigue sin cuestionar la culpabilidad básica asociada al acto sexual y se sigue afirmando la dicotomía entre cuerpo y alma. El propósito del matrimonio era el de remediar la incontinencia y el de generar descendencia.

Es justo en la época del Renacimiento que se empiezan a hacer los primeros esfuerzos por fusionar el amor y el matrimonio, se busca crear una estructura en donde la expresión de la sexualidad humana fuera aceptable.

El amor cortesano de la época renacentista exalta el amor espiritual y pasional por una mujer siempre inalcanzable, ya sea porque está casada con otro, porque vive en otro país, porque había hecho votos (era monja), etc. Lo interesante es que el amor pasional y el espiritual se manifiestan juntos, pero nunca en la mujer propia, sino en una que está fuera del alcance, para poderse consumar. Trovadores y juglares cantaron a este tipo de amor durante la época.

El amor cortesano da un paso enorme en el concepto de amor romántico, ya que plantea 3 principios relativos al mismo que son fundamentales para la forma como vivimos el amor, hoy en día:

  • el auténtico amor requiere de libre albedrío y no puede existir dentro de la sumisión a una autoridad externa a la de quienes lo buscan;
  • el amor se basa en la mutua admiración y respeto y;
  • el amor es algo más que una mera diversión, es algo tremendamente importante para nuestra vida.

Conceptualmente proporcionó todo un modelo que inspiró y sentó las bases de lo que más adelante sería el concepto de amor romántico; desgraciadamente para su época, solo se podía vivir en sueños y quimeras.

El amor cortesano quedó tan idealizado que nunca se consumó: como el de Lancelot por Guinevere, que cuando iba a consumarse estando ambos amantes desnudos en el campo, éste coloca una espada entre ellos para garantizar la castidad de la unión.

El valor de la relación sentimental se justificaba por el ennoblecimiento del amante, el cual se sentía motivado a realizar actos virtuosos y valientes para ganar el amor de su ideal inalcanzable. El deseo insatisfecho, no consumado, avivaba los esfuerzos y las pasiones.

Por su parte, la mujer se ennoblecía al inspirar todos los esfuerzos del amante, aun cuando jamás le pudiese corresponder. ¿Cuántas relaciones idealizadas seguimos persiguiendo sin jamás poder alcanzarlas? Luego, porqué tanta gente intenta repetidamente estar con quien nunca le va a corresponder, idealizando al máximo esa “relación imposible”.

En esta época vemos finalmente algo de luz en el camino y los primeros esfuerzos por plantear una relación entre iguales, escogida por el libre albedrío y, de gran importancia a nivel de desarrollo personal. El problema es que queda fijada a un ideal inalcanzable, imposible de consumar a menos que quisiésemos pagar un precio cuasi fatal por ello.

Del Renacimiento a la Ilustración

En los siglos que siguen después del Renacimiento surgen movimientos importantes a nivel religioso y filosófico como la Reforma y la Contra-Reforma. El poder de la Iglesia decrece significativamente y las monarquías toman las riendas del poder.

La dicotomía entre cuerpo y alma sigue existiendo, pero ahora se dice que el pecado del placer en la sexualidad es perdonado por Dios siempre y cuando éste se dé en la intimidad dentro del matrimonio. El matrimonio gana respeto y es visto como una institución importante y como una relación interpersonal provechosa.

Los intelectuales de los siglos XV, XVI y XVII sostienen que el matrimonio debe de ser gestionado por las familias según un fundamento racional (todavía no por la voluntad de los propios participantes). La literatura empieza a reflejar historias cuyo contenido amoroso y pasional son la fuerza que lleva a la unión de dos amantes, pero siempre con finales trágicos… como Romeo y Julieta de Shakespeare.

El mensaje seguía siendo el mismo, si dejas que sea el amor apasionado el que te guíe, siempre acabarás mal.

Algunos escritores de esta época ya se atreven a sugerir que el amor debe de ser la causa del matrimonio (Cornelius Agrippa). Otros inclusive afirman que el divorcio debía de ser lícito cuando exista una falta de entendimiento o indisposición que no pueda cambiarse y que obstaculice los beneficios de la unión conyugal que son el solaz y el reposo (John Milton).

Como vemos, se continúan los esfuerzos para fusionar el amor, la pasión y el matrimonio. Se van creando así las bases de lo que se pretendía fuera una estructura en la que la expresión de la sexualidad humana fuera aceptable, y en la que los sentimientos de amor, ternura y deseo pudieran coexistir.

 

Aún con estos avances, quien dictaba el matrimonio era la familia y no las personas interesadas en formar un vínculo. El sexo ya es más aceptable, siempre y cuando fuese con la misma persona y “para siempre”.

¿Cuántas personas se dan cuenta que su primera pareja en realidad la escogieron para cubrir las expectativas que su familia tenía de ellos y no las propias? Y ¿qué pasa con la creencia de que la sexualidad es una entrega que se hace una vez y por siempre?, que presión más grande ¿no? y ¿qué tal si no se la das a la persona indicada?

 

La Ilustración o Edad de la Razón

 

A fines del siglo XVII y durante todo el siglo XVIII se produjo una fuerte reacción contra el puritanismo y, en general, una fuerte hostilidad contra el poder eclesial en la sociedad y en la política. El movimiento llamado Ilustración o Era de la Razón nace en Francia y se expande después a toda Europa.

El ser humano es visto ya no como un pecador; sino en realidad, como un animalito encantador, débil y propenso a sus instintos más primitivos, lo cual, de ninguna manera, lo convertían en alguien depravado o perverso. Se reta la idea de que el ser humano es un pecador por buscar el sexo y el placer.

En la Edad de la Razón se llega a considerar el sexo como una especie de deporte, de aventura, totalmente vacía de significado, como la cópula de dos animales.

Había un marcado desprecio hacia las emociones. Algunas frases famosas de la época que ilustran lo anterior son:

  • “El amor es una pasión ridícula que no existe salvo en las obras de teatro” Johnathan Swift
  • “El amor no es sino el contacto de dos epidermis” Sebastian Chamfort

Se intenta reducir la aparente complejidad de los deseos y propósitos humanos de las relaciones de pareja, a las leyes rígidas de la física Newtoniana. Desde este punto de vista, el concepto de una relación pasional y espiritual entre un hombre y una mujer resultaba estúpidamente acientífico, un intento engañoso de ennoblecer el simple impulso físico que conduce al apareamiento.

El amor era considerado como un juego, una distracción. La seducción y el adulterio un pasatiempo. A las mujeres había que engañarlas, halagarlas, manipularlas, seducirlas, pero nunca tomarlas en serio. El matrimonio difícilmente podía basarse en el amor. Se llegó a la idea de que muchas parejas podrían llegar a enamorarse después de haberse casado. Las familias seguían gestionando el matrimonio por motivos económicos o políticos.

Algunos autores literarios llevaron las relaciones interpersonales hasta los límites del sadismo, es decir de una total despersonalización y guiadas completamente por instintos animales, entre ellos destacan: Diderot y El Marqués de Sade.

 

“El Don Juan Tenorio” de Zorrilla, representa una historia de seducción hacia una mujer casta/virginal cuya motivación nace de una apuesta. El alarde que Don Juan y Don Luis hacen al inicio de esta obra teatral retrata muy bien esta época, donde el hombre aspira a seducir, engañar y hacer del amor un deporte, y el trofeo, es lograr la conquista. Mientras que la mujer debe aprender a resistirse, a hacerse la “difícil” para prolongar el juego el mayor tiempo posible. ¿Hemos recibido en algún momento de nuestra vida consejos para asumir el rol de Don Juan o de Doña Inés?

 

El Romanticismo, la Revolución Francesa y la Independencia de USA: fines del siglo XVIII y principios del XIX

 

El movimiento artístico y filosófico llamado Romanticismo viene a dar un giro importantísimo provocando un cambio en la cultura occidental y poniendo las bases del concepto de amor que tenemos el día de hoy. El concepto fundamental que el Romanticismo incorpora es el INDIVIDUALISMO: la creencia de que tanto hombres como mujeres se sienten motivados y actúan con base en los valores que ellos mismos eligen. Se considera -a partir de este punto-, que los VALORES son el elemento crucial y determinante de la vida humana.

 

La Revolución Francesa (1789) y los movimientos de Independencia de otras latitudes como el de Estados Unidos (1776) fundaron sus constituciones en esta nueva base ideológica: LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD.

 

Para los románticos el amor era el deseo de unir dos almas altamente individuales que disfrutaban de una similitud espiritual básica, de modo que encontrar la pareja del alma eligiendo a la persona adecuada, tenía una importancia tremenda. El tema crucial ahora en las relaciones sexuales no era si la pasión se debía de sancionar o no, sino si ésta nacía de un amor verdadero.

Las artes románticas cambian a los fatídicos personajes que eran manejados como títeres por el destino fatal, por personajes cuya suerte era determinada por ellos mismos, por sus propias decisiones.

La implicación filosófica de este movimiento es que la vida SÍ está en nuestras manos.

El punto de vista romántico recibió serias críticas, sobre todo, porque los románticos no lograban comprender la importancia que tenía la razón para la época en que lanzaron sus bases ideológicas. El problema es que la visión romántica no lograba ofrecer la fusión de la razón y de la pasión, de lo objetivo y lo subjetivo, algo con lo que pudiesen vivir las personas de aquellas épocas.

Al no poder abordar problemáticas reales, los románticos fueron huyendo de situaciones reales en sus exposiciones, y sus obras y propuestas cayeron en el campo de la ficción ligera.

 

Aun cuando el Romanticismo no logró el cambio de fondo que proponía, esta época sentó muchas de las bases de un concepto de amor más sano y funcional, basado entre iguales motivados por su libre albedrío. Ahora ya tenemos conceptualmente una buena propuesta.

 

El Industrialismo y el Capitalismo

El concepto de amor romántico como valor cultural ampliamente aceptado, y como base ideal del matrimonio, fue un producto del Siglo XIX (muy reciente en realidad). Nació en una era predominantemente secular e individualista. Debido al rápido progreso de la ciencia, la tecnología y la industria, las personas contemplaron por primera vez en la historia, cómo la mente humana liberada tomaba el control de la existencia material.

Durante el Industrialismo y el Capitalismo, se empieza a reconocer explícitamente que los seres humanos deben ser libres de elegir sus compromisos. La libertad intelectual y económica nacieron juntas.

En siglo y medio se crea, sobre todo en Estados Unidos, un grado de libertad, progreso, riqueza y comodidad física jamás soñados ni logrados en todos los siglos anteriores de la historia. Se crea el contexto en el que la búsqueda de la felicidad en esta tierra pareciera algo normal y posible.

Maslow con su famosa pirámide de la satisfacción de las necesidades pronosticó que entre más la humanidad se apartara de las necesidades básicas, mas profundizaría en necesidades de relación, emocionales y espirituales.

Las condiciones de vida ahora centraban su valor en las condiciones intelectuales y ya no en las físicas, lo que dio pie a que las mujeres fueran ganando terreno en la igualdad no nada más de derechos, sino de proveeduría. En una sociedad donde la fuerza intelectual se vuelve más importante que la fuerza física, las mujeres fueron poco a poco abriéndose nuevas posibilidades para cuidar de sí mismas y ocupar un papel de iguales, a la altura de los hombres.

El antifeminismo y antisexualismo no desaparecen en el siglo XIX, su influencia lamentablemente sigue estando presente hasta nuestros días; aun cuando son elementos históricos más que obsoletos.

La era del Capitalismo abre la posibilidad de que los hombres y las mujeres elijan compartir sus vidas, no sobre la base de la necesidad económica, sino de la expectativa de encontrar juntos la felicidad y la plenitud emocional.

Como siempre, una época plantea la posibilidad y la que sigue, intenta llevarla a cabo. Claro está que teoría y práctica son dos cosas distintas. Al querer aterrizar un concepto, nos topamos con las limitaciones paradigmáticas (creencias) introyectadas que están vigentes en muchas sociedades y sistemas religiosos. Esta es una batalla que seguimos librando día a día y que requiere de una reprogramación psicológica importante de cada uno de nosotros, solo así podremos actuar consciente y congruentemente en pro de lograr una verdadera EQUIDAD DE GENERO.

¿Qué tanto has retado tú esta herencia de creencias acerca del amor, la igualdad, la sexualidad, etc.?

Freud

A fines del siglo XIX y principios del XX aparece Freud con su teoría psicoanalítica, la cual da un vuelco a la comprensión de la sexualidad humana y su influencia en las relaciones interpersonales.

Freud nos condujo a una perspectiva más clara sobre la sexualidad humana, pero su propuesta resultó ser profundamente anti-romántica y opresiva para las mujeres, quienes apenas lograban abrirse camino hacia la igualdad con el hombre.

Declara que el amor es en realidad una sexualidad de metas inhibidas. Que el romanticismo burgués no era nada más que la súper-idealización de la amante, derivada de la frustración del deseo sexual. Establece en términos generales que toda la vida de la mujer está influida por su sensación de inadecuación, misma que ella siente por carecer de pene. Paradójicamente Freud prepara el terreno para quienes más adelante refutarán sus ideas y abrirán con mayor perspectiva y claridad tanto la sexualidad misma como el amor entre seres iguales.

Freud expone brutalmente el terrible impacto que tiene en la salud mental de las personas, la enorme represión moral que se vivía socialmente en ese momento histórico (Época Victoriana) y la forma como ésta se externaba en comportamientos altamente disfuncionales. Si bien su genio abre la puerta al interior de la psique humana, su exploración en “el fondo de la madriguera del conejo” dejó sentados paradigmas que parecen hacernos retroceder en la evolución del concepto de amor romántico.

La evolución rara vez avanza en línea recta y es más bien un vaivén que compensa sus extremos para ir al centro y luego trascender sus posturas iniciales (lo que se llama el triángulo evolutivo).

Época Contemporánea (siglos XX y XXI)

El Siglo XX ha asistido a la decadencia del ideal Victoriano y más recientemente a una comprensión mucho más profunda de la sexualidad humana, la cual ha salido del clóset, mostrando su vasta diversidad.

En este siglo estamos viendo crecer, a punta de activismo y resiliencia, un mayor reconocimiento de hombres y mujeres como iguales, lo cual, abre las posibilidades de tener una pareja (de igual a igual) y, sin embargo, aún hoy hay mucho trabajo por delante.

En cuanto a la pareja, la problemática que se vivió en el siglo XX es que el ideal de relación romántica estaba sobrecargado de expectativas sobre lo que el otro “debería ser” por lo que se volvía un ideal imposible de alcanzar. Millones de personas ven cómo sus esfuerzos para sentirse realizados a nivel de parejas románticas acaban en decepciones, por no decir en fracasos desastrosos.

La aplastante e innegable realidad del problema: la dificultad que tienen los seres humanos de hoy en día para alcanzar la felicidad duradera en las relaciones interpersonales evidencia nuestra necesidad de pensar más profundamente sobre este tema y analizar cuáles son los factores que permiten sostener y sustentar relaciones sanas y funcionales.

En la actualidad, las generaciones llamadas millenials y centenials están rompiendo el paradigma del amor y la pareja. Mucho menos preocupados por la presión social de su entorno y habiendo experimentado la mayoría, la ruptura/disfuncionalidad de la relación de sus padres, eligen centrarse primero en su propia realización personal y profesional y no tanto en generar un vínculo “que dure para siempre”. Muchos de ellos no se casan, y de hacerlo, generalmente lo hacen después de que pasaron sus “años mozos” y han logrado cierto grado de satisfacción y logro, esto ya entrados en sus 30s.

La tecnología juega ahora un papel importante en muchas interacciones, y esto incluye al romance y a la sexualidad también. Con ello, los participantes se alejan de la necesidad de tener una vinculación profunda y además les provee de gratificación inmediata. Los vínculos así se vuelven temporales y desechables como lo son muchos de los satisfactores que obtenemos hoy en día.

Desde mi personal punto de vista es imperante lograr la equidad masculino-femenina para restablecer no solo la posibilidad de formar y sustentar vínculos sanos y funcionales, sino porque necesitamos vincularnos también sanamente con el exterior: con otras sociedades y culturas, con otros países, con animales, plantas y ecosistemas. Esta es la única salida si queremos alimentar la posibilidad de coexistir “todos” en armonía en un futuro cercano. No podemos seguir pensando que tenemos el derecho de conquistar al otro, de saquearlo, de subyugarlo, sea este otro, quien sea.

Recientemente están emergiendo ramas de la psicología como la ecopsicología y la ecología emocional, que proponen modelos basados en el equilibrio, en la inclusión de la diversidad, en la corresponsabilidad y el cuidado del hábitat.

Empecemos por reconocer qué tan vigentes siguen estando las viejas creencias y paradigmas sobre el amor, la equidad y la pareja provenientes de épocas pasadas. Solamente así podemos traerlos a la consciencia y no actuarlos de forma mecánica.

Creo firmemente que la mayor de las libertades consiste en poder elegir cómo manejamos nuestra propia historia. ¿Te atreves a soltar tus viejas creencias y abrirte a nuevas propuestas sobre estos temas vitales?

Avancemos juntos, cómplices de camino, en esta búsqueda a la plenitud de SER con uno mismo y con los demás.

Héctor Cerbón

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