Cuando ya no podemos cambiar una situación
enfrentamos el reto de cambiar nosotros
Viktor Frankl
Este artículo lo baso en un libro que es de mis favoritos y que se llama Managing Transitions “Making the most of Change”, Manejando las Transiciones “Aprovechando al máximo el cambio”. El libro es de un autor norteamericano llamado William Bridges y su temática se centra en ayudarnos a manejar el proceso psicológico que se dispara cuando enfrentamos un cambio significativo. Te recomiendo, para que saques el máximo provecho a esta lectura, que traigas a tu escenario de consciencia algún cambio importante por el cual estés pasando o hayas pasado y que quieras reflexionar sobre el mismo.
Lo primero que hace el autor es distinguir entre un cambio y una transición. Un cambio es algo puntual, es algo que simplemente sucede, es algo que te lleva del punto A al punto B, es un evento en la línea del tiempo que marca un antes y un después. Una transición es el proceso psicológico interno que vivimos los seres humanos para poder asimilar ese cambio, sacarle provecho y pasar a lo que sigue.
Cuando enfrentamos un cambio nos es muy difícil el poder pasar de lo que hasta ese momento era nuestro principio de realidad, a lo que ahora es. Al principio, el statu quo, la necesidad que tenemos de mantener control y de que las cosas permanezcan y funcionen como han funcionado “siempre”, nos pide que regresemos al orden preestablecido. Se disparan en nuestro interior una serie de reacciones emocionales y pensamientos que son defensivos y que buscan evitar el que nos enfrentemos a una nueva realidad que no sabemos cómo manejar.
William Bridges habla de 3 etapas por las que vamos a transitar:
- La Etapa de Finales o de Despedidas:
La primera etapa consiste en dejar ir, en soltar aquello que hasta ese momento constituía parte de nuestra vida y no va a volver a serlo jamás. Es una etapa donde es necesario reconocer las pérdidas en las que estamos incurriendo debido al cambio.
Elizabeth Kübler Ross, quien es autora del libro “La Rueda de la Vida” y una de las referencias a consultar en temas de Tanatología, propuso un modelo sobre cómo procesamos las pérdidas. Se trata de una serie de etapas en las cuales vamos y regresamos durante este período de duelo (del latín dolos que significa dolor).
Negación.- nuestra primera reacción ante el cambio es la negación; nos decimos: esto no me puede estar pasando a mí, no es así, está mal el diagnóstico, tú no me puedes estar diciendo esto, la vida no me puede tratar así, tú realmente no te quieres ir, etc. Es muy difícil al principio aceptar lo que acaba de suceder. Cuando nos damos cuenta de que la nueva condición permanece, soltamos una de las defensas más antiguas con las que contamos, que es desplegar enojo.
Enojo.- nos enojamos con la vida, nos enojamos con Dios, nos enojamos con la persona a quien creemos responsable del cambio, nos enojamos con la situación o la circunstancia que nos está moviendo de lugar. Nuestro enojo viene, sube-baja, se hace pequeño para luego desbordarse en una gran ira. A veces lo podemos proyectar en los demás e incluso frecuentemente nos enojamos con nosotros mismos. El enojo cumple con una función psicológica inconsciente, la de castigar a quien creemos ocasionó el cambio y de alguna manera convencerle de que cambie de parecer y repare las cosas o se enfrentará a terribles consecuencias. Es un noble intento muy instintivo de empoderarnos por encima de lo que nos aconteció.
Negociación.- cuando nuestra negación y enojo no nos evitan el enfrentar y/o el lidiar con la irremediable pérdida,recurrimos a nuestra mente. Intelectualizaremos lo acontecido y buscaremos negociar con el principio de realidad. Nos decimos cosas como: Bueno sí están cambiando las cosas, pero no del todo, y a lo mejor el diagnóstico que me dieron es cierto solo parcialmente e igual puede ser reversible en un porcentaje, o, sí se fue, pero no es que ya nunca va a volver, etc.
Duelo.- finalmente caemos en una profunda tristeza, en una especie de depresión donde vivimos el duelo. Para poder salir de la fase de finales, tenemos que identificar todo lo que perdimos, todo lo que se fue y llorarlo, llorarlo en serio, solo así podremos dejarlo atrás.
Este proceso no es tan lineal como se los cuento; más bien se vive como una serie de oleadas que llegan sin previo aviso y que cuando lo hacen nos arrastran en mareas emocionales que parecen no tener final, yendo y viniendo de una etapa a la otra. La buena noticia es que sí tiene fin, aunque los tiempos son muy distintos para cada persona.
- La Etapa de Neutrales o de Transiciones
Cuando finalmente pasamos esta cumbre emocional tan grande que trae consigo la etapa de finales y aceptamos y procesamos las pérdidas asociadas al cambio, entramos en una zona muy confusa, pues no estamos del todo listos para arrancar un nuevo comienzo, y el camino hacia atrás ya no nos es factible.
Esta zona de transición nos reta a pasar por una curva de aprendizaje, la cual comienza cuando finalmente salimos a explorar el mundo, dispuestos a aprender como se vive sin aquello que se fue, para no volver.
La zona de neutrales tiene sus propios retos, ya que, en el afán de forzar una conclusión de esta incómoda etapa, podemos inconscientemente caer en dos trampas principalmente:
- la Idealización del pasado y/o
- el declarar un nuevo comienzo antes de tiempo.
Idealizar el Pasado.- idealizar lo que se fue y exaltarlo fuera de todo contexto de realidad, es una trampa común para quienes han pasado la etapa de pérdidas y están en la zona de neutrales. Se distorsiona la experiencia pasada, se le maquilla de color de rosa y se le añora de regreso. Hay quienes incluso acomodan su entorno justo como este se encontraba antes del cambio.
Las personas entran en una especie de pausa, donde viven atrapados en otro tiempo, en uno que ya se fue, sin darse cuenta de que están evadiendo por completo su presente.
Declarar un nuevo comienzo antes de tiempo.- como seres humanos siempre estamos buscando atajos. En este caso intentaremos evitar hacer el pesado y largo trabajo de aprendizaje que representa la zona de neutrales, y nos convenceremos de que ya estamos listos para arrancar motores hacia lo siguiente, generalmente mucho antes de que sea el tiempo.
Al no darnos permiso de ir a un ritmo y un tiempo donde podamos aprender a ser y estar en el mundo de una nueva manera, empujados por el cambio, nos llevamos inconscientemente muchas veces a repetir ciclos, lo cual nos hace atraer más lecciones de la misma clase a nuestras vidas. En lugar de pasar a lo que sigue nos enredamos con más de lo mismo.
III. La Etapa de Nuevos Comienzos
Los nuevos comienzan llegan sin avisar. Un día te levantas y te das cuenta de que estás en algo completamente nuevo, que todo vuelve a estar bien, aun cuando nada ha vuelto a ser como era antes. Has pasado del otro lado del portal, has consumado una ardua jornada en tu vida.
La promesa es que, si nos damos el tiempo, sacamos la fuerza y mostramos la resiliencia para pasar por todo el proceso, remontaremos una curva muy difícil y empinada. Llegaremos a una cima desde donde podremos ver nuestra vida de forma muy diferente y al bajar, sentiremos la extraordinaria adrenalina del logro. Lo que en un principio causaba pavor no poder pasar, ahora se vuelve un orgullo, e incluso aquello que propició el cambio puede verlo ahora como una bendición en tu vida.
Es importante mencionar, que una transición no es lanzada solo por una tragedia; también eventos muy positivos como tener un hijo, lograr una promoción, cambiarse de país, y muchos otros, pueden ser algo sumamente difícil de lidiar con. Estos eventos positivos también implican pérdidas, nos van a causar enojo, muchísima confusión y miedo y nos van a llevar a través de una curva de aprendizaje. Es importante concientizar que no vamos a saber cómo manejarlos de inicio. Así que, no solamente la muerte de un ser querido, el que nos corran de un empleo, una enfermedad crónica o cualquier otro cambio que connotemos de negativo va a empujarnos a ir por un proceso de transición. Aprender a hacer transiciones es una habilidad muy importante con la cual contar, si queremos tener calidad de vida.
Ante las cosas nuevas que se nos presentan es mejor asumir una actitud de explorador para conocerlas. Ser sumamente creativos en cómo las enfrentamos, reconociendo qué cosas sí están en nuestras manos hacer y cuáles podemos controlar. Así poco a poco iremos aprendiendo cada vez más a lidiar con lo nuevo.
La única constante, el cambio, mi cómplice de camino. Te invito a bucear más en el fondo del estanque.